martes, 11 de diciembre de 2007
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A partir de obras como el Pabellón del Centenario (1913) se dio acabadas muestras de los enormes vanos que podían construirse utilizando el nuevo material, sin necesidad de incluir pilares adicionales de sustentación que reducirían notablemente la visibilidad en el interior de la sala. Cuanto más penetraba en su campo de visión las enormes posibilidades que alumbraba el hormigón como material de construcción, más se modificaba la actitud del arquitecto frente a este material, al que se atribuyó progresivamente una estética propia en su forma desnuda. Si en un edificio de apartamentos de la calle Franklin de París, Auguste Perret recubrió con mosaicos los soportes de hormigón, su garaje del año 1905, también en la capital francesa, dejaba encubierto el entramado de hormigón, sobre el que se aplicó simplemente una capa de color para proteger el edificio de las inclemencias metereológicas que pudieran deteriorarlo. Los vanos de la fachada existentes entre las columnas se cerraron totalmente con cristales. La retícula de hormigón permitió a Perret lograr una disposición del espacio interior relativamente libre, que podía adaptarse plenamente a las necesidades de estacionamiento y maniobras de los coches. El arquitecto de origen suizo conocido con el nombre de Le Corbusier, pasaría a la posteridad quizás como el arquitecto más importante de la época moderna, y que trabajando durante algún tiempo en el despacho de Perret, trató de utilizar en la construcción de viviendas la arquitectura del hormigón impulsado por este. Para construir una Flandes destruida por las batallas de la Primera Guerra Mundial, desarrolló en 1915 el sistema domino. (Fuente de la informacion: Flavio Gorelik Zonis, Argentina ) |
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